Cuando era joven, Raimundo Ladrón rezaba horas y horas ante una imagen pidiendo ver a Dios. Pero ni ángel ni una presencia divina le visitó nunca.
Al cumplir los 18 años, optó por la carrera científica pues, como le habían dicho, lo existente sólo se podía ver bajo una lupa. Mientras estudiaba, examinó todos los textos, todos los pergaminos y códices, rastreando una justificación de la existencia del más allá.
A los 22, dedicó su vida a buscar con el microscopio una presencia divina, que tampoco consiguió encontrar. Frustrado, abandonó el laboratorio y comenzó a viajar. Visitó todos los pueblos, todas las civilizaciones, y tampoco consiguió obtener una prueba de la existencia de ningún Dios.
Dicen que, en su agonía, pasó horas sonriendo. Al ser preguntado, contestó: "He visto a Dios y me ha hablado. Le he preguntado que por qué no le había visto antes. Me ha mirado, ha sonreído y me ha contestado: 'Siempre he estado contigo. Yo estaba en la búsqueda'".
Biografía de Raimundo Ladrón, santo y viajero.