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Un día deslizó la mano por encima de una fotografía y sintió la rugosidad de un campo de hierba. "¡Caramba!"-se dijo.
Con la yema de los dedos, como un ciego leyendo Braille, comprobó la sequedad de las pequeñas matas y el calor del sol reflejado en las pajas secas. Súbitamente,... ffffuuuuu... fffuuuuu... fffuuuuuuuuu..., sintió, en la punta de sus dedos, el cálido viento que mecía, hacia adelante y hacia atrás, la hierba alta.
Dejó caer la fotografía y corrió a buscar una foto de ella en sus álbumes. Con prisa y temblando, pasó el dedo por su cara. Sintió la suavidad de la piel de su mejilla, las curvas de su mandíbula y sus labios. Y ella, de repente, abrió los ojos... y le sonrió.